domingo, 11 de septiembre de 2011

Lo que cuenta es la actitud

                En una sociedad ideal, los seres humanos conviviríamos en armonía, respetando nuestro espacio y el de los demás. Aceptaríamos al otro como es y aplicaríamos la frase “vivir y dejar vivir”.
                Sin embargo, ya entendimos que el mundo ideal sólo existe en las películas de Disney. Así que hoy voy a hablar de un miembro modelo de la sociedad real en la que vivo y al que me vengo a encontrar, obvio, en la combi.
                El otro día, me sentía realmente mal. A la gran congestión nasal que me venía acompañando hacía más de una semana (virus, dijo el médico, y no me recetó más que vapores a la antigua), se le había sumado una tremenda migraña que me comprimió el cerebro durante toda la tarde. Así que salí un rato antes del trabajo y me fui a tomar mi invariable transporte al obelisco, donde siempre hay cola, pero tiene la ventaja de que sale una unidad cada cinco minutos.
                El coordinador de turno informó la disponibilidad de un servicio con un recorrido que me dejaba más cerca de casa que lo habitual, así que me puse en la fila para subir, con congestión y migraña a cuestas.
                Y aquí apareció el personaje. El argento, el vivillo porteño que se coló lo más campante, interponiendo su enorme mochila y su aún más enorme, antiestética y desaliñada anatomía. Y haciéndose el boludo, claro.
En mi estado deplorable, no quise aumentar las pulsaciones craneanas discutiendo. Lo dejé pasar.
                Subió y le pagó al chofer, que le tuvo que gritar tres veces para que volviera a buscar el boleto que nunca agarró y que los conductores tienen la obligación de entregar (si la expendedora funciona, tema para otro post).
                Siguiendo con el recorrido de mi protagonista, llegó al asiento que eligió y se tomó todo su tiempo para acomodarse y desalojar el pasillo por el cual esperábamos pasar los pasajeros que veníamos atrás. Encima, ocupó uno de mis butacas ideales, una vez ya ocupada MI butaca de siempre.
                Cuando por fin mi migraña y yo pudimos pasar, obviamente elegimos un asiento estratégico para pensar una venganza.
                Y así fue que encontré lugar en el ángulo preciso para poder sacar una foto de este personaje, en la que se reflejara toda su idiosincrasia, en su más amplia expresión. Después de todo, yo nunca dije que fuera una "persona ideal"...


Apesar de la baja calidad, obsérvese el detalle de la marca de la ropa interior.
¿Nadie le enseñó para qué sirven los cinturones?
                  Y sí. ¡LA VENGANZA SERÁ TERRIBLE!

1 comentario:

  1. Me parece que lo conozco... no sé, tendría que ver una foto de perfil... El que yo digo a veces tiene la ropa interior por debajo del límite permitido a la decencia, así que no podría jurar que es el mismo.

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