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No es que yo tenga neurosis obsesivas, lo que pasa es que algunas cosas me gustan de determinada manera. Obvio, por alguna razón lógica y valedera.
Por ejemplo, el orden de compra y de pago en la caja del supermercado. Cuando voy a tomar los productos de la góndola, lo más lógico es establecer un método para: 1) no tener que volver a pasar por el mismo lugar como si te hubieras perdido en el bosque; y 2) para respetar la cadena de frío cuando es necesario y llevar los alimentos frescos a casa. Así, pasaré primero por los productos de limpieza, perfumería y almacén, luego por la verdulería, los lácteos, carnes, pescados y congelados (si se descongelan, no los puedo volver a freezar, obvio).
En la caja también conviene respetar un orden para ser más prácticos y rápidos: si pongo juntos todos los productos que necesitan frío, los voy a poder meter en la misma bolsa y al llegar a casa, sólo tengo que buscarla y guardarlos rápido. También, el pago se acelera si pongo las cuatro latas de tomate perita juntas, ya que la cajera puede pasar una sola por el scanner y anotar por cuatro. Resultado en ambos casos: utilización eficaz del tiempo destinado a esa tarea.
De la misma manera en que hay un método para hacer las compras en el supermercado, hay un método para elegir la butaca correcta en la combi (y no es que esté mirando demasiado The Big Bang Theorie).
Porque no es cuestión de pagar el boleto y sentarse. Después de todo, son diez horas semanales (mínimo) viajando en esa carcasa de seis ruedas que más de una vez supera ampliamente su límite de velocidad, frena sin aviso y hasta huele raro, como ya todos saben.
Primero, hay que ver qué vehículo nos toca. Básicamente, hay dos modelos de combis: la de 19 pasajeros y la de 24.
Hoy, les cuento de la primera o modelo Sprinter.
Este vehículo tiene dos filas de asientos: dobles del lado izquierdo (o sea del chofer) y simples del lado derecho, más la fila de cinco al final.
Esta última, hay que hacer de cuenta que ni existe. Piensen sólo en el “samba” de los parques de diversiones y se pueden dar una idea de cómo viajarían si se sientan ahí.
Otro sector a descartar es el de las ruedas de atrás: primero tenés el tipo que te tira el asiento de adelante en toda su extensión, luego, el de atrás que ya no tiene lugar y te clava las rodillas contra tur respaldo y como si fuera poco, como tenés que apoyar los pies sobre el guardabarros, de repente te encontrás sentada al mejor estilo Pantera Rosa, doblada a la mitad en la cama mecánica del hospital (hagan memoria y recordarán la imagen).
Así que sin dudas, la mejor opción se encuentra en los lugares de adelante.
El primer asiento del lado de la ventanilla tiene una doble ventaja: primero, está justo atrás del chofer, ergo, le podés hacer pedidos fácilmente: “¿Subiría la calefacción?”; “¿Bajaría el aire acondicionado?” “¿No se copa y cambia la radio?”, y cosas así. Por otro lado, si el conductor es delgado y corta estatura, deslizará el asiento hacia adelante, con lo cual, se podrá utilizar la base del mismo como apoya-pies.
El asiento contiguo no da mucho para apoyar los pies, pero sí para estirar las piernas completamente.
Después, está el primer asiento de la fila única. Ese brinda independencia, permite la utilización a gusto del apoya-brazos y aún sigue cerca del chofer para hacerle las preguntitas de rigor. En contra: el estiramiento o cruzamiento de piernas se verá afectado por las incómodas subidas de pasajeros en las diversas paradas durante la primera etapa del viaje y de sus descensos, durante la última.
Por otra parte, la ventaja de sentarse en la fila doble es que, si no sube mucha gente, existe la posibilidad de que el asiento de al lado no se ocupe. En ese caso, tenés donde apoyar bolsas, bolsos, carteras y demás accesorios que te convierten en ekeko.
Después tenemos las variables “día” y “noche”. Cuando el viaje es de día, la luz natural permite leer y escribir sin problemas. Si es de noche, es necesario contar con la miserable pero imprescindible “lucecita del asiento”.
Debo decirles a los ingenieros mecánicos que diseñaron estas combis, que recalculen el lugar en donde las colocan. Porque el único asiento que tiene una iluminación correctamente direccionada al área de lectura (ya sea libro, revista Patoruzito, cuaderno de francés, etc.) es el segundo asiento de la fila simple.
Conclusión de esta primera parte: si viajás de día y el chofer es flaco, el ganador es el primer asiento de la fila doble, lado ventanilla; si viajás de noche, el segundo de la simple que, además –he descubierto-, tiene la ventaja de tener ventanilla con vidrio móvil. Lo cual es una gran ventaja… ¡Cuando empiezan los olores!

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